Antes de escribir suelo buscar documentación, pero como bien ha señalado Beatriz Gimeno en el taller que acabamos de celebrar en Torres (Jaén) no hay prácticamente investigaciones que aborden el papel de la mujer en los movimientos sociales. De nuevo, nuestra invisibilidad. Que la mayoría en las bases sociales de organizaciones, plataformas y asociaciones sociales son mujeres no es una realidad que haga falta contrastar con estadísticas ya que quien haya estado en alguno de estos ámbitos lo habrá podido vivir. Pero, de nuevo, el techo de cristal en el poder aparece incluso entre nuestros ‘compañeros de lucha’, y los cargos directivos parece que están reservado por cupos tácitos a ellos.
Sobre este tema hemos estado hablando en el marco del curso de verano de la Universidad de Jaén y FIBGAR, con la activista de derechos LBGTB, feminista y escritora Beatriz Gimeno. Ella ha destacado que pese a la poca constancia académica e investigadora que existe las mujeres han sido vitales para iniciar cambios sociales, como por ejemplo que han inventado muchas formas de protesta que hoy día consideramos revolucionarias como la ocupación de espacios simbólicos o las huelgas de hambre -no, Ghandi no fue el primero-. Sin embargo, la participación en el liderazgo de los movimientos sociales le supone a la mujer «más esfuerzo llegar, más esfuerzo mantenerse, siempre están bajo sospecha, más coste personal y sacan menos provecho de esa situación que lo hombres».
Como ejemplo, su paso por la directiva de FELGTB. Ella, junto con Pedro Zerolo, tenían un status similar en la organización, ambos eran presidentes, mientras que la paridad se reproducía en el resto de los cargos. Así, si el número 1 era una mujer, el nº 2 era hombre, el 3 mujer, etc. De esta manera, cuando gracias al empuje del FELGTB se consiguió medidas tan importante como el matromonio igualitario, inmediatamente muchos consiguieron cargos políticos. Específicamente los hombres: el número 2, 4, 6, 8 y 10. El resto, nada. Una sensación arcaica de neomachismo recorre los sindicatos y los partidos progresistas, nuevos y antiguos. Recuerden la anécdota de la pancarta en el 15M, en la que un joven arrancó una pancarta titulada ‘La revolución será feminista o no será’, con el aplauso y apoyo de toda la acampada.
«Al quitar la pancarta en el 15M se demostró un consenso generalizado antifeminista » @BeatrizGimeno1 #CursosTorres pic.twitter.com/SC1b8e3uUf
— fibgar (@fibgar_) julio 23, 2014
Gimeno concluía con la tesis de que el antifeminismo está cada vez más organizado y activo que nunca. Yo añado que además se viste con el manto de ‘compañeros’, de paternalismo, de negación a desprenderse de sus privilegios de género. Una apariencia difícil de desvestir a veces, lo que lo hace doblemente peligroso.