Elegir entre tu vida o la suya, entre tu seguridad o la suya

Publicado en El Caballo de Nietzsche, en ElDiario.es

Municipios como Arrecife, Sant Cugat o Zaragoza ya están actualizando los protocolos para admitir en los pisos seguros a los perros, gatos y otros animales de las mujeres que abandonan su casa huyendo del maltratador

¿A quién consideras ‘tu familia’? Esa es la pregunta que cada vez más personas se hacen cuando ni los protocolos ni la Administración consideran la protección de una parte de los miembros del hogar. Son muchas las situaciones en las que nos podemos encontrar con el problema de que parte de nuestros familiares se quedan fuera de la protección: una situación de emergencia, un desahucio, un ingreso médico imprevisto, las circunstancias de los transeúntes o sin hogar… Y entre ellas destaca también otra situación que siguen viviendo demasiadas mujeres: la violencia machista.

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La Justicia ciega y machista, el caso de María Salmerón

Publicado en Publicoscopia

e91d4bffb3740293782b8a84b3f916e9_XLUn día recibes un premio del Gobierno por tu lucha y a los tres meses te quieren meter en la cárcel por la misma acción. Así se podría resumir la historia de María Salmerón, la mujer víctimas de la violencia machista que hoy, al fin, recibió un nuevo indulto para no tener que ingresar en la cárcel. Digo de nuevo porque en 2012 le indultaron de una condena similar. Esta consistía en no hacer caso a un dictamen judicial. Así de rotundo, pero más rotundo el dictamen judicial: obligaba a María a dejar a su hija en manos de su maltratador. Un hombre condenado por agredir y despreciar a su madre, que la hija de María no quiere ni ver.

Es reincidente. ¿Quién no lo sería? Si hoy no quieremos que una menor esté al cargo de un hombre condenado en firme por violencia machista, ¿qué puede hacer pensar que mañana no nos importará que esté con él? Eso es lo que opina María -y su hija-, que si en su momento fue condenada por no acatar las visitas paternas, de nuevo a vuelto a serlo por lo mismo. Y aunque no entre en la cárcel, ya paga el respetar la voluntad de su hija de 15 años. María, auxiliar de enfermería, tiene una parte de su nómina embargada para hacer frente a las multas.

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El problema de las mujeres afganas se encuentra en sus propias casas

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Presentación de 'Mujeres. Afganistán' en Madrid
Presentación de ‘Mujeres. Afganistán’ en Madrid

«Puedes ser una política reconocida y respetada fuera, pero cuando entras en casa lo único que importa es servir a tu marido«. Así de dura es la realidad de las mujeres en Afganistán, como Azita Rafaat, ex parlamentaria. Desde Occidente seguimos pensando que el mayor reto al que se enfrentan puede ser trabajar fuera de casa o tener participación política. Sin embargo, Azita nos corrige: ella tuvo que llegar a un acuerdo con su marido para lograrlo. El lastre estaba dentro. Casada de manera acordada con un hombre analfabeto que ya tenía una mujer, tuvo cuatro hijas y recibió toda la presión social al no dar a luz a un chico. Su voz se escuchó en su comunidad defendiendo la educación de sus hijas y logró que llegara al Parlamento, logrando un asiento en la Cámara. «Incluso con pasaporte de diplomática por mi cargo -explica en un correcto inglés Rafaat-, tengo que tener la autorización para muchas cosas de mi marido, que firma con el dedo al no saber escribir».

La historia de Azita y de muchas mujeres y niñas más nos la trae una periodista con agallas, Mònica Bernabé, y un fotoreportero sin pelos en la lengua, Gervasio Sánchez. Ellos dos han estado trabajando más de seis años el libro ‘Mujeres. Afganistán‘, que se complementa con una exposición de fotografías que actualmente está en Barcelona. «Estaría satisfecha si el verdadero problema de Afganistán se conociera y dejaran de preguntar sobre talibanes y burkas«, afirma Mónica Bernabé. Porque, como pudieron explicar los tres protagonistas, ya existían lapidaciones de mujeres adúlteras antes de que llegaran los pastunes, los muyahidines ya pisoteaban los derechos humanos antes de la guerra civil y los señores de la guerra siguen haciendo negocios con empresas occidentales.

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¿Estamos condenadas a soportar todo?

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Nos matan, nos violan, nos obligan a ser madres, nos despiden por serlo, nos recluyen a la intimidad del hogar, al silencio. Y cuando nos revelamos a eso, nos detienen, multan, incapacitan. Después de soportar que no se investigue la denuncia de una violación múltiple, hay que soportar a los detenidos hablando en las televisiones. Después de escuchar unas declaraciones vomitivas de un alcalde, tenemos que soportar además de que siga en su puesto, el escándalo que provoca el rechazo en forma de escrache a este tipo.

velaluzNos humillan y nos someten, nos amenazan y nos golpean, por el simple hecho de ser mujeres. E intentan que lo soportemos. A veces lo consiguen. Cuando no lo hacemos, la victima debe soportar la burocracia injustificada, los agentes no especializados, la lentitud de un sistema judicial caducado. Soportan a un entorno que le quita importancia, que insisten en que soportar es parte del matrimonio. Cuando se logra que sea un juez el que decida, soportamos que este o esta no vea delito; que haya condena pero no medidas de protección; que las haya pero que sigan ‘respetando’ el derecho del maltratador a ver sus hijos. Entonces la mujer debe decidir: o se enfrenta a sus miedos – más que fundados por las amenazas de su propio maltratador y por los casos donde los hijos son el instrumento de venganza de otros hijos del patriarcado – o se enfrenta a la justicia.

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