Publicado en Dispara MagEl cambio climático está aquí, lo notamos todos los días. Mientras unos se reúnen una y otra vez para firmar protocolos que nadie cumple, otros apuestan por el cambio real. Decía Eduardo Galeano que “mucha gente pequeña en lugares pequeños haciendo cosas pequeñas pueden cambiar el mundo”. Por eso apuesta Daniel Cabezas, periodista y autor de “La revolución silenciosa”, donde apuesta por la bicicleta como motor de cambio. No solamente para luchar contra la contaminación acústica, la polución o los atascos, sino para ser más libre y tener una ciudad más vivible. ¿Sabías que un conductor dentro de un coche aspira hasta 50 veces más toxinas que un ciclista en la ciudad? Pasen y vean.
¿Cómo un invento del siglo XIX puede ser ahora la clave para una revolución?
Pues básicamente porque nos hemos excedido en el uso del coche, que para algunas cosas puede ser útil, pero en las ciudades del siglo XXI se ha demostrado abusivo. Es el responsable de muchos de los males de nuestra sociedad, es el bien de consumo peor aprovechado del mundo, estando un 80% de su tiempo sin ser usado. Podemos sumar a esto la contaminación ambiental. En cambio en todas las ciudades que han dado el papel protagonista a las bicicletas son más humanas, son en las que mejor se vive. Copenhagen, Oslo, Hamburgo…
Todos somos peatones, aunque no todos conducimos.
Efectivamente. Nos hemos acostumbrado a vivir en unas ciudades que están pensadas para el transporte a motor privado, con un porcentaje muy elevado de las vías dedicadas a un transporte contaminante y muy peligroso. Cada día hay un atropello en España. Parece que estamos resignados a que el coche es necesario, y lo es en algunas ocasiones, pero tenemos que hacer un uso más racional de él.
En tu libro recoges un dato muy impactante: el 10% de los trayectos que se realizan en vehículo son de menos de 500 metros de recorrido.
Nos da a entender hasta qué punto usamos el coche ‘hasta para ir a por el pan’. El coche no tiene sentido en una ciudad, hay que usar más transporte público, la bici y caminar.

¿Ser defensor de la bicicleta está de alguna manera reñido con fomentar el transporte público a motor?
Ni mucho menos. Al final el reparto modal, que es la cantidad de personas que se mueven en un transporte o en otro, debe ser mucho más razonable. Tiene que haber más personas que caminen, en bicicleta y en transporte público. Pero para ello hay que potenciar más las líneas de metro o de bus y ponérselo difícil al coche. No puede ser que la gente vaya al centro de Madrid, al cine o a cenar, pensando que van a llegar antes en coche. En el libro se recoge: la velocidad media de Madrid no pasa de 18 km/h en el radio de la M30 y de 24 km/h dentro de la M40. Algo extrapolable a cualquier ciudad.
A lo que habría que añadir el tiempo que lleva aparcar…
Sí. Había una estadística muy curiosa que señalaba que dentro de Manhattan, había un 60 o 70% de los coches que no iban a ningún sitio. Solo estaban dando vueltas para aparcar. Esto supone un problema muy serio de contaminación, ruido y de ocupación del espacio público. La bicicleta es una solución muy sencilla, muy barata y muy divertida para afrontar esta problemática de movilidad.
¿Cómo sería la ciudad perfecta desde el punto de vista urbanístico y medioambiental?
Sería una ciudad en la que primero se piense en las personas y, segundo, se tenga en cuenta esta jerarquía: peatones, bicicletas, transporte público y el transporte privado. Si le damos el espacio que se merece, tendremos una ciudad con una calidad de vida mejor. Es más agradable vivir en una zona peatonal, que en una gran avenida con tráfico. Hay un estudio que dice que una persona que está dentro de su coche respira hasta 50 veces más polución que una persona que va en bicicleta. Reducir la contaminación beneficia a todas las personas.
La bicicleta en países como China era un símbolo del pueblo, en cambio ahora se ha sustituido por el coche.
El coche se convirtió en un momento del pasado siglo en un símbolo del estatus. Parecía que no eras nadie si no tenías una casa, hijos y un coche. Desafortunadamente en algunas sociedades como China, que no han tenido acceso a bienes de consumo de la misma manera que en Occidente, han llegado a una situación tan ridícula como esa. Los chinos pueden pasar semanas sin ver el cielo por la contaminación y no parece que les haga reflexionar sobre ello. En otros países nos estamos dando cuenta muy poco a poco y en otros hace tiempo que lo hicieron. Como en Holanda, que a raíz de la crisis del petróleo de los años 70 decidieron apostar por la bicicleta. Hoy en día es un modelo en cuanto a movilidad.

Destacas en ‘La revolución silenciosa’ que la bicicleta también fue clave para la emancipación de las mujeres. ¿Por qué?
En el siglo XIX los derechos de la mujer estaban bajo mínimos, ni siquiera se la consideraba una igual. Por eso, la invención de la bicicleta sirvió de pronto para que se liberaran de estos corsés absurdos que llevaban y poder moverse, sin esperar a que alguien las llevara. Podían ir libremente a donde quisieran, algo que tuvo una oposición férrea de los grupos más reaccionarios del momento. Se inventaron la enfermedad ‘cara de bicicleta’, que decía que tenía síntomas por usar la bicicleta como la sequedad en la piel, la frigidez, una excitación sexual peligrosa… incluso decían que por usar la bicicleta las mujeres podían contraer sífilis o gonorrea. Fue un invento revolucionario y lo sigue siendo.
Eres redactor jefe de Ciclosfera , una revista sobre ciclismo urbano. ¿Es necesario hacer esta diferenciación dentro del mundo ciclista?
España ha sido tradicionalmente un país con una cultura de ciclismo muy arraigada pero ligada casi exclusivamente al uso recreativo. La bicicleta como una herramienta para hacer deporte. Pero desde Ciclosfera reivindicamos que la bicicleta no es solo un deporte, sino un medio de transporte. Es el lema del movimiento internacional Masa Crítica y lo apoyamos: no hace falta ser deportista, competir o tener la última equipación para usar la bicicleta.
¿Podemos pensar que la bicicleta eléctrica democratizan más esa reivindicación tengamos el estado en forma o la edad que tengamos
Desde luego. Están creciendo de una manera brutal incluso en países con una orografía más cómoda que España. En Madrid ha quitado excusas a todos esos que se quejaban de las cuestas de la ciudad. Otros aseguran que la eléctrica no puede considerarse una auténtica bicicleta. Pero sea como sea, la bicicleta incluso eléctrica siempre será un vehículo más sostenible, más barato y mejor para todos que el coche. Cuando tenga 70 años y este muy cascado, las usaré, porque seguro que voy a seguir queriendo montar en bicicleta.
Por último, ¿Se vive diferente moviéndote en bicicleta por la ciudad?
Totalmente. Aunque lleve 35 años en esta ciudad, yendo en bicicleta he conocido rincones y secretos que no se conocería de otra manera que en bicicleta o caminando. En el libro pongo el ejemplo de Toronto. Allí se multiplicaron los ingresos de los establecimientos locales que estaban en una calle donde decidieron apostar por una infraestructura ciclista. Álvaro Neil, Biciclown, dice una cosa muy bonita: “La vida se mueve a una velocidad muy parecida a la que vas cuando vas en bicicleta”.