Tú no eres una tortilla – Santuarios de animales

Publicado en Dispara Mag

Quién le iba a decir a Pauliña que un día protagonizaría una exposición. Una muestra de arte, nada menos, y en uno de los lugares más relevantes de Madrid. Pauliña, que en su vida nunca salió de Galicia, iba a ser contemplada por cientos y cientos de visitantes de Matadero Madrid. Sí, puede que el nombre le echara para atrás durante un segundo a ella, pero se tranquilizaría al saber que no estaría sola. Junto a ella, también iban a ser protagonistas Lluvia, Merche o Carmen.

img-20160520-wa0022¿Y quiénes son todas ellas? Pues ni más ni menos que algunos de los animales rescatados por los santuarios en España. Espacios de luz entre la inmensa oscuridad que supone la explotación animal. Pauliña, en concreto, es una gallina de las llamadas ‘ponedora’ que un día fue sacada de la nave oscura en la que se encontraba hacinada junto con otras tantas para empezar una nueva vida en Vacaluora.

Allí, Pauliña conoció lo que es tocar la arena con sus patas, sentir el sol en la cara, conoció a otros animales y experimento por primera vez lo que se siente con una caricia. Nos cuentan de ella que siempre se la podía ver en el sofá en la hora de la cena o echa un ovillo junto a los gatos. Definitivamente Pauliña no era “una tortilla”, ni un huevo. No era “algo”, era alguien.

img-20160520-wa0027Igual que lo es Dani, el burrito. “Nació con una malformación congénita en las patas: no podía estirarlas y se apoyaba en el dorso en lugar de sobre los cascos. Para el ganadero era un estorbo y lo abandonó a su suerte. Sobrevivió gracias a su propia tenacidad y a la dedicación de su madre, que continuamente le animaba a ponerse en pie. Separarlo de ella con solo unos días de vida podría haber sido fatal, así que El Valle Encantado consiguió rescatar a ambos hace tres años”, explican sus cuidadores.

Su historia y su retrato también se pueden ver en Matadero Madrid, un lugar que hasta hace muy poco era el final de la vida para muchos de los protagonistas de ‘Santuarios’, la exposición de Capital Animaldonde se dignifica la vida de estos animales llamados ‘de granja. Gracias a los dibujos de Joaquín Secall y a las fotografías de Tras los Muros y Filming for Liberation, todos podemos hacer la conexión y relativizar actos tan comunes como comer o vestir.

‘Esto no es un jersey’, indica Secall junto al dibujo de la oveja Marla que vive en el santuario León Vegano. Lo mismo que el ‘clan Pollito’ del santuario La Pepa no son ‘nuggets’, ni la cerda Llama será nunca un perrito caliente. Ellos son alguien, no objetos de consumo. “Todos somos únicos”, reza el cartel de Pablito, un cordero que nació ciego, con malformaciones en las y fue ‘descartado’ por el pastor. El santuario le salvó literalmente la vida, ya que quién no puede seguir el ritmo del rebaño en el pastoreo solo tiene un final: la muerte.

Muerte como la que vieron los muros de Matadero de Madrid, que hasta hace muy poco, seguía con su macabra actividad. Cuesta imaginar al visitante que un sitio como este, tan cerca del centro de la ciudad, fuera durante más de 60 años el lugar que nadie quiere ver. Que nadie quiere saber qué pasa muros adentro. Ahora, esos muros salpicados tantas veces de sangre reflejan luz, sol y vida. Y las miradas sonrientes de Irenita, Moisés y Alberto, que con una foto de sus juegos representan al santuarioCompasión Animal y a sus 250 habitantes.

img-20160520-wa0012 (1)La muestra, comisariada por Ruth Toledano, ya ha recibido en estas semanas visitantes tanto adultos como niños que han podido poner a prueba su empatía. Hasta el 4 de septiembre, fecha final de la exposición, muchos podrán interactuar con los animales de ‘Santuarios’ y comprobar que nadie debería ser una trozo de queso o una ‘lata de paté’. De la misma manera que si alguien quiere conocer de verdad lo que estos animales son, puede dar un paso más y acudir a visitar estos espacios de protección animal. Seguro que conocer a Dani o a Marla en persona, puede cambiar tu vida.

A quién ya no podremos conocer en persona es a Pauliña, la protagonista del principio de este relato. Solo unos días después de la inauguración de la exposición, los cuidadores de Vacaloura nos contaban que ella fue la única que no acudió a recibirles al ir a darles el desayuno. Pauliña estaba enferma y ese día se encontraba peor. Al igual que muchas otras gallinas ‘ponedoras’, ella sufría del hígado y su cuerpo se encontraba debilitado por la obligación de poner un huevo tras otro. Y pese a que se hizo todo lo posible, Pauliña nos dijo adiós. Eso sí, lo hizo rodeada de amor. Una oportunidad que la inmensa mayoría de los animales no tienen.

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