Publicado en Publicoscopia
¿Qué son para ti los santuarios de animales? Muchos ni si quiera habrá oído hablar de ellos. Otros tendrán una imagen idílica de un espacio lleno de caricias y amor. Y así es, pero en parte. Hay amor, hay respeto y, sobre todo, futuro. El futuro que no tenía ninguno de sus habitantes antes de llegar a los santuarios. En España hay diez espacios de este tipo y en todos ellos se recogen los ‘afortunados’ ‘deshechos’ de la industria ganadera. Me explico.
‘’Deshechos’ por esto: “A Manu le iban a matar; tenía una pierna rota y no podía trabajar. A Ari la dejaron tirada; ya no producía suficiente. A Sergio le abandonaron, era demasiado pequeño como para comerciar con él. Enola se cayó de un camión y nadie la echó de menos jamás. Leo es un toro que fue rescatado de morir de inanición”.
‘Afortunados’ por esto otro: “A ellos y a otros muchos, Laura y Edu les dieron refugio y ahora viven junto a ellos en un entorno de respeto e igualdad. No sólo se encargan de cuidarles y curarles. También les ayudan, poco a poco, a superar los traumas de sus vidas anteriores, pues todos ellos tienen en común existencias miserables de explotación y maltrato”.
Son extractos del libro ‘Refugiados: animales liberados de granjas, mataderos y otros centros de opresión’, donde Tras los Muros -como se hace llamar el autor que se autodefine como ‘un activista con una cámara fotográfica’- abre una pequeña ventana para que conozcamos el santuario Wings of Heart. Se trata de un retrato de Laura y Edu, sus fundadores, pero también de la cabra Alexia, la coneja Rosa, el ternero Javi y de Koke. Unos 300 ‘privilegiados’ que se encuentran en este oasis frente a los 56.000 millones que cada año son masacrados, explotados y forzados para conseguir carne, su leche o huevos. Se trata de refugiados del horror, que acaban llegando a los santuarios porque alguien se apiada de ellos en una granja, porque se cae de un camión de transporte o porque le dan por muerto en un contenedor de basura. Muchos de ellos, antes de llegar al santuario han vivido entre barrotes, en soledad, con hambre y frío. ¿Cómo sobreponerse a esas experiencias y volver a confiar en el ser humano?
‘Refugiados’ es un recorrido por el día a día, plagados de obstáculos, que en cada caricia, sonrisa y juego se aligera y justifica el esfuerzo. Un trabajo que apoya este proyecto, ya que la editorial Ochodoscuatro destina el precio del libro a beneficio del santuario. Además, es una representación de los lugares que contextualizan la liberación animal. Dotar de identidad a cada uno de los individuos que en el santuario habitan es dotarles de dignidad. Dotarles de valor a su vida, algo de lo que no disponen en esta sociedad especista – término que hace hincapié en la discriminación de trato por razones de pertenencia o no a una especie-.
No más refugiados
Hace cinco años que Laura y Edu decidieron poner fin a la esclavitud del mayor número de animales explotados que pudieran. En más de seis hectáreas de terreno en Madrid, voluntarios y fundadores se afanan en darles una vida que se les negó desde que nacieron. Viven felices, juegan y caminan libremente, pero sus orejas perforadas, sus pieles tatuadas y sus picos recortados hacen que no podamos olvidar su pasado. “Es indescriptible experimentar cómo por primera vez y después de haber vivido explotados pueden correr o moverse libremente, sentirse queridos y seguros y cuándo deciden jugar y confiar. Los santuarios son el único lugar en la Tierra donde los animales rescatados de la industria ganadera pueden ser ellos mismos”, explica Laura en el libro. Al igual que el resto de la decena de santuarios que hay en España, sobre viven gracias a la iniciativa privada de socios y donantes, sin ningún tipo de apoyo institucional.
Pero la de Laura, Edu y el resto de personas que mantienen vivos estos oasis animales parece una tarea propia de Sísifo. Rescatan, repara, liberan a cientos de animales, pero otros miles y millones nacen cada día en los criaderos, granjas o piscifactoría. Por eso, tanto en ‘Refugiados’ como en la labor que hacen estos santuarios se desataca que todas y todos somos responsables de acabar con esta tarea incesante. ¿Cómo? Renunciando a la explotación de estos animales. Rechazando consumir sus cuerpos, su leche, sus huevos, su lana, su piel, etc. Renunciando a convertirlos en materia prima de nuestro ocio, en circos, acuarios o paseos en pony. Renunciando a la experimentación en animales, fomentando la adopción y rechazando la compra-venta. Rechazando toda discriminación por especie, viviendo vegano. Mucho más que una dieta.
Leon Tolstoi decía que “mientras existan mataderos, habrá campo de batalla”. Cuando vivimos rodeados de violencia – ya sea contra otros por su color de piel, su género o su especie-, vivimos violentados. La explotación animal deja más víctimas que ninguna otra guerra en la historia de la Humanidad. “Nos sentimos con el derecho de torturar, matar, encerrar o violar a quienes no son humanos. Simplemente porque podemos hacerlo” comenta Edu, cofundador del santuario Wings of Heart.