Publicado en Publicoscopia
Se estima que en España hay cerca de 15.000 personas desaparecidas. Jóvenes y mayores que desaparecen sin dejar rastro, como si la tierra se los hubiera tragado. ¿Y qué ocurre cuando además la persona ausente tiene una enfermedad que le hace dependiente como el Alzheimer? Este fue el caso de Miguel Ortega, que desapareció el 10 de noviembre de su casa de Vitoria. «A mi me avisa mi madre y vamos a la policía local. Hasta la noche no pusimos la denuncia, pero no sabíamos ni que teníamos que ponerla», comenta para Publicoscopia su hijo Javier.
En el caso de pacientes de Alzheimer, las primeras 24 horas son vitales para encontrarlos con vida. No pudo ser en el caso de Miguel, que apareció el 5 día diciembre sin vida. «No sé si hay protocolos de búsqueda para personas de alto riesgo como mi padre, pero si existen esas pautas las personas que deben aplicarlas no las conocen». En efecto, Javier recuerda que los únicos que pusieron orden y ciencia en la búsqueda de Miguel fue una entidad privada, no la administración pública: la Cruz Roja.
«Ocurre en todos los casos de desaparecidos con Alzheimer. Hay que buscar en zonas húmedas, arroyos, ríos. Igual si hubiéramos tenido esas pautas desde el minuto uno, podría haber aparecido con vida». Y por este motivo Javier utiliza ahora los perfiles de Twitter (@BuscarMiguel) y Facebook que creó para difundir la búsqueda de su padre para ayudar a otras familias. «Les oriento para que centren la información en una cuenta, pongan fotos, toda la información posible, etc».
Una cuenta que ahora busca a Antonio Velasco o a Borja Láxaro y que ya ha ayudado a encontrar a Diego Medina. Y que según recuerda el hijo de Miguel sirvió para mucho más que para difundir y organizar batidas: «Recibíamos avalanchas de ánimos y mensajes de apoyo, que yo leía a mi madre. Eso nos ayudó mucho a mantener la esperanza». También ayudó asociaciones como SOS Desaparecidos y tecnología de geolocalización como Google Maps. En la búsqueda de Miguel Ortega se utilizaron rutas de batidas y se iban haciendo cuadrantes de donde ya se había rastreado y donde no. «Precisamente gracias a esta forma de buscar encontramos a mi padre. Un hombre que corría por esa zona decidió hacerlo poniendo atención por partes, hasta que finalmente lo vio».
Aunque aún siguen afrontando tan dolorosa pérdida, Javier y su familia han decidido ayudar a otras personas en su misma situación. «Es que cuando un familiar desaparece, no hay apoyo institucional, solo de voluntarios«, recuerda Javier, que vio como los agentes de emergencia y policía querían ayudar pero no sabían cómo. Asevera lo mismo con los medios de comunicación, que si bien la mayoría se portó de forma extraordinaria tratando el tema con respeto y ayudando en la difusión, fue doloso cuando un periódico anunció que el cuerpo sin vida encontrado era el de Miguel sin esperar a una confirmación oficial ni a que se lo comunicaran a la familia.
Y ante la pregunta de cómo pueden transmitir energía positiva a otras familias con el terrible final que tuvo la desaparición de su padre, Javier lo tiene claro: «Porque la esperanza no la pierdes nunca y eso es lo que tenemos que transmitirles».