Publicado en Publicoscopia
Después de tres días de celebraciones y felicitaciones desde prácticamente cualquier rincón del tejido social –organizaciones feministas, sanitarias, juristas, fuerzas progresistas, ONG, etc- , queda el momento de reflexionar. Por su puesto que aplaudimos que una reforma de ley como la del aborto que amenazaba con poner en riesgo la salud de niñas y mujeres y las libertades individuales de más de la mitad de la población se haya venido abajo, pero ¿cómo celebrar que hayamos mantenido uno de los derechos que dábamos por inamovible hace poco menos de dos años? ¿Acaso se puede celebrar esto?
Dos años de lucha, de ‘trenes de la libertad‘, de volver a discutir quién ordena en nuestros vientres, de soportar que gente que nunca podrá dar a luz decida sobre mi reproducción. De que hablen de la maternidad como algo inherente al hecho de nacer mujer, de recordar los años de viajes a Londres o las perchas para quienes no tenían recursos. Una maternidad impuesta. Y después ¿acaso alguno de ellos hablaba de apoyos a esos nacidos? Es más, los recortes en dependencia se hacen más agudos en comunidades autónomas gestionadas por el Partido Popular.
Pero con esta ‘marcha atrás‘ no nos engañan. Ninguna cortina de humo es tan densa como para que las mujeres no nos demos cuenta de que la decisión sobre nuestro propio cuerpo sigue estando judicializada y limitada. La ley de plazos aprobada en 2010 nos permite hasta la semana 14 no tener que hacernos las locas o las deprimidas para decidir cómo vivir el resto de nuestras vidas. Ya no hay que hablar del ‘daño psicológico’ de la anterior ley de supuestos que ya nos convertía en ‘madres’ incluso en la renuncia a esta. Pero ¿es suficiente?
Seguimos bajo el foco de mira, pasando por la puerta de atrás de clínicas privadas y llevando esta intervención médica como si condenara nuestra vida. seamos o no religiosas. Es por ello que seguimos reivindicando nuestros derechos – y el de todas las mujeres del mundo- a decidir qué pasas en nuestros cuerpos, con independencia del Estado, de la religión o de las creencias. Y queremos hacerlo en la Sanidad Pública, entrando por la puerta grande, sin trámites que nos fiscalicen o supervisen nuestro estado mental.
Aunque esta semana parece que algo ha cambiado, no es así. El domingo 28 tenemos las mismas reivindicaciones porque siguen muriendo mujeres en abortos clandestinos, se sigue obligando a dar a luz a niñas que no quieren y los preceptos morales del contexto social siguen estando por encima de la libertad individual de cada una de nosotras. Por eso yo acudiré a una de las manifestaciones en las que seguimos pidiendo ‘aborto libre y gratuito’ en todo el mundo.