Publicado en Publicoscopia
Esta semana tuve la oportunidad de asistir a un encuentro con dos de los periodistas de referencia a nivel global: el fotoperiodista aragonés Gervasio Sánchez y el director de la televisión pública de Bogotá, Hollman Morris. El debate, enmarcado por los DDHH por la fundación FIBGAR, se centró en cómo los profesionales de la comunicación pueden hacer frente a las presiones y las amenazas para seguir haciendo su trabajo de una manera ética y comprometida. Situándome en contextos tan difíciles como los años salvajes del conflicto en Colombia o guerras como la de Irak, se me formuló una pregunta clave: ¿Qué pasa con los compañeros que no lo tienen tan difícil?

Entonces es cuando viene a la mente la crisis económica, la precariedad laboral, la falta de especialización, de contextualización, etc. El copia-pega se impone por falta de tiempo, ya que antes cada periodista tenía que elaborar una información diaria y ahora con cinco. El ratio de profesionales por página o pieza de telediario no para de menguar, igual que los salarios. Una profesión dónde después de ser becario con carrera, master e idiomas igual-solo igual- puedes aspirar a cobrar como un dependiente o cajero de supermercado. Y de los freelance ni hablamos.
Hace poco un amigo exponía una comparación sorprendente. Un medio generalista ofrece por un artículo con fotos desde Aleppo (Siria) 70 euros. Otro medio, ofrece por las fotografías del partido de Preferente Céltiga-Erizana 80 euros. La relevancia, la dificultad y la dedicación de la información no hace falta comentarla. Pero que no se nos olvide: ¿Cuál es el diario más leído en España? Sí, el Marca. Y los 70 euros estarían bien cuando al menos te garanticen un mínimo de publicaciones, porque no sería la primera vez que un freelance se costea el viaje, la estancia y se juega el cuello por nada. Bueno, por casi nada, como el caso de Manu Brabo. Él tuvo que pedir a su madre dinero prestado para irse a Libia, sin garantía de que nadie le comprara su trabajo. Y por calidad no sería, ya que sólo dos años después ganó el Premio Pulitzer.
Por eso me vuelvo a preguntar ¿qué pasa con los periodistas de redacción? Los trabajadores de Canal Nou esperaron al cierre para denunciar manipulación en sus informaciones. En RTVE han esperado hasta la Diada para anunciar protestar y paros. Mientras tanto, el copia-pega, no confirmar las informaciones, no usar más de una fuente, no citar, ni firmar se ha convertido en el día a día de las redacciones. Por eso me planteo que no sólo es una cuestión económica la crisis del periodismo, si no tal vez de la profesión y de los propios periodistas.
Lo que me hace volver a la conversación entre Gervasio Sánchez y Hollman Morris el pasado lunes. Cuando el fotoperiodista español puso sobre la mesa cómo los medios cerraban la boca y miraban a otro lado ante la masacre que el ejército colombiano y los paramilitares llevaban a cabo durante el Gobierno de Uribe, un periodista del país americano levantó la mano. Su caso, el de otros muchos, no era ajeno a Morris. Ambos trabajaban en periódicos más o menos grandes cuando la censura llegó. Para ambos era imposible seguir trabajando sin contar lo que veían. Ambos buscaron una salida con medios alternativos. Ambos se vieron amenazados y obligados a salir del país para salvar su vida. Y ambos llegaron a España y, años después, se encontraban debatiendo en este mismo país sobre el suyo. Así que cuando el periodista asistente al debate recriminó a Sánchez que hubiera generalizado sobre el silencio de los periodistas durante esos años del terror en Colombia, la rectificación del aragonés no se hizo esperar. Y es que son las excepciones como la de muchos que he nombrado durante este artículo las que hacen que valga la pena que el periodismo siga existiendo.