¡Exageradas!

Publicado en DiarioAB

Hay una metáfora en el mundo del feminismo que consiste en ponerse o poner a alguien ‘las gafas violetas’. Con esto hacemos referencia a empezar a analizar desde la perspectiva de género el mundo. Entender las desigualdades entre hombres y mujeres por el sistema de patriarcal en el que la Humanidad ha vivido prácticamente siempre. Identificar y señalar los factores de discriminación y opresión que muchas veces se esconden en lo ‘normal’, la tradición y el día a día. Una vez que das el paso de ponerte esas ‘gafas’, no hay vuelta atrás.

Entonces empiezas a cuestionarte muchas cosas que dabas por axiomas y no lo son y empiezas a entender otras que nunca llegaste a comprender. Aparecen explicaciones y dinámicas que muchas veces te liberan y que otras son una carga. Un lastre ante la sociedad porque por aquellas cuestiones por las que pasabas antes como mala cara, ahora no te queda otra que enfrentarte a ellas.

Entonces es cuando vas en transporte público y ves que sentirte incómoda por un roce injustificado no es ‘casual’, es acoso. Llegas al trabajo y ves que no hay más diferencia que tu sexo para encargarle a tu compañero de mismo rango una tarea especializada y a ti te toca ser ‘chica para todo’. Y ves la televisión y confirmas que por la misma dinámica de lo anterior en los anuncios de detergentes será la voz masculina la que ensalce los beneficios del productos y la mujer la que acate esa voz y comience a limpiar.

Y entonces lo denuncias, lo verbalizas, lo expones en voz alta. Y aquí aparece el mayor muro de todo: la sociedad te llama exagerada. Te lo llama tu jefe, te lo llama el viejo verde del bus, te lo llama tu madre. ¡Exagerada! Y entonces miras al televisor, un poco convencida de que igual no es para tanto, y aparecen las noticias: las mujeres cobramos de media un 22% por el mismo trabajo que un hombre, se despiden a un 200% más mujeres que hombres, las denuncias por violencia de género disminuyen a la vez que aumentan las muertas. Las asesinadas. Las mujeres que han matado por el simple hecho de serlo. ¡Qué exageración!