Formación inclusiva, apertura de mente y el bien común

Hace unos días hablaba con varios alumnos de la Universidad Javaliana de Cali, Colombia, que tenían en común ser benefactores de unas becas de estudios. Unas becas de matrículas y también de manutención. Muy importante si consideramos que estos chavales tenían en común pertenecer a dos de los grupos sociales más discriminados en Colombia: los afrodescendientes y los indígenas. Sin esta ayuda, nunca podrían pagar la matrícula de medicina o derecho en una universidad privada (de más fácil acceso que las públicas) y mucho menos costearse una residencia o vivienda en la ciudad y el transporte desde sus lugares de origen.

Grupo de estudiantes de la Universidad indígena«Somos diferentes a los demás estudiantes, no sólo por nuestra cultura propia sino porque tenemos que esforzarnos mas para alcanzar el nivel académico y el ritmo de los estudios en la ciudad», explicaba Yerson Penagos, que a sus 20 años ya está terminando medicina. «Algunos se burlaban y me preguntaban que porqué no iba en taparrabos a clase», sigue Ronald, su compañero de clase y beca, que ya piensa en ir a México en cuanto acabe. «Allí tienen una maestría sobre plantas naturales que aquí no imparten». El caso de Jane es todavía más impactante, ya que no sólo vino a la ciudad en busca de estudios superiores sino huyendo del conflicto armado. Su madre, defensora de los derechos humanos de afros, campesinos e indígenas, tuvo que huir a Cali después de recibir algo más que amenazas de muerte. Ahora Jane estudia Derecho para «poder ayudar a la gente de su comunidad».

Sumergiéndome en la zona del Cauca, me encuentro con varios estudiantes de la Universidad Indígena. Una institución más simbólica que efectiva ya que sólo puede dispensar las titulaciones de sus alumnos gracias a un acuerdo con otras universidades de la zona que sí que están reconocidas por el Gobierno colombiano. «Necesitamos que esta situación mejore y sea reconocida nuestra diferencia», asegura el Consejero Mayor, Jesús Chávez. Cuando se les pregunta por qué necesitan una universidad propia, la respuesta es simple: «tenemos que aunar nuestra cosmovisión, nuestros conocimientos ancestrales con los avances occidentales». ¿Han escuchado alguna vez una intención de integración más clara? Si ellos pueden unir una cultura y otra, ¿qué problema tenemos nosotros para hacerlo?

Rito del fuego, CaucaLa gran diferencia entre un modelo de educación y otro no reside tanto en las asignaturas, los métodos o el vehículo de aprendizaje, como en el significado social. El estudiante indígena se formará en estudios superiores porque quiere y porque la comunidad le respalda. Porque confían en él o ella y porque creen que puede hacerlo. Y esa es la clave para volver a reinvertir ese esfuerzo de la comunidad (no sólo económico) en la propia comunidad. «Nuestros hijos volverán no sólo siendo un buen cirujano o un psicólogo titulado, sino llevando con ellos la espiritualidad de nuestros mayores», explica  Guillermo, chamán nasa. «Volverán -continúa el Consejero Mayor-  por que saben que es bueno para su comunidad, para los que avalaron e hicieron posible sus estudios. El bien común siempre está por encima».

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