Situémonos: un país de América Latina, 40 grados de temperatura, un altísimo grado de humedad y la necesidad continua de hidratarse. ¿Puedes imaginarte qué pasa a la larga si con esas circunstancias tiene más fácil el acceso a una Coca-Cola que al agua potable? La respuesta es obesidad y diabetes. Es el problema creciente al que se enfrenta toda la región, desde México (con el 68% de su población con sobrepeso), a Puerto Rico (con un 13% de diabéticos del total de su población) pasando por Chile, Cuba, Costa Rica o Uruguay.

Que ya no hablemos de la obesidad como un problema de la abundancia, pasa por la pérdida de tradiciones culinarias, el sedentarismo y la comida procesada. ¿No te resulta extraño que una hamburguesa cueste más que una pieza de brécol? La respuesta está en la producción, la calidad y el valor real de lo que comemos. En España como en muchos países de América Latina, la obesidad se debe a la ingesta de comida muy calórica, pero baja en nutrientes. Uno de estos productos estrellas son las bebidas azucaradas.
Aumenta el consumo de refrescos, el acceso al agua no mejora y los únicos beneficiarios de esta situación son las empresas productoras. Ante esta situación, medio centenar de asociaciones civiles ha propuesto al presidente mexicano, Peña Nieto, que cree un impuesto a las refresqueras para frenar la venta y, a la vez, conseguir recursos para proveer de agua purificada a las comunidades más empobrecidas y cubrir los tratamientos médicos que la diabetes y la obesidad ocasionan. Una idea que, por un motivo u otro, han tomado como propio el Gobierno catalán de CiU y su socio ERC, que ya han anunciado una penalización fiscal similar.
Más datos sobre el problema en América Latina en el reportaje que he escrito para Agareso en su web.