Los talleres de repostería están de moda. Mucha oferta y mucha demanda. Y alguien ve una dimensión diferente en ese contexto. ¿Por qué no usar esa sensación de sentirte bien con algo hecho por tus propias manos para mejorar las habilidades sociales de los que más lo necesitan? Esa fue la pregunta que se hicieron Celia y Almudena, psicóloga y maestra especializada en lenguaje y audición respectivamente, cuando antes de verano se encontraron ambas sin trabajo.
Aunque de perfiles diferentes, se dieron cuenta de que se complementaban a la perfección para atender a niños con necesidades especiales. Mientras los conocimientos de Celia ayudaron en los campamentos con chavales con discapacidad intelectual, Almudena podría aportaba en los mismos el enfoque pedagógico y la lengua de signos como herramientas. Así que se pusieron manos a la obra a desarrollar un concepto nuevo: la resposterapia. «No se trata de hacer magdalenas, si no que a través de la actividad el niño con autismo logre seguir los pasos, otro con problemas de sociabilidad pueda trabajar con compañeros o una chica con discapacidad visual sepa que también puede hacer galletas», explican estas dos emprendedoras que no tuvieron pocos problemas burocráticos en su proyecto.
«No es un gabinete psicológico, ni un taller de cocina, ni una academia, así que tuvimos que inscribirnos en una categoría cajón de sastre en el ayuntamiento». Una dicisión que conlleva adaptar el local, blindar la cocina para evitar accidentes, comprar el material necesario, etc. Todo ellos sin mucha más ayuda que su propio dinero ahorrado y algún asesor municipal. Todo un logro, una aventura y una ilusión que espero que tenga mucho, mucho futuro.
Reportaje sobre Alce Reposterapia en Agareso: http://goo.gl/U43Ac