Estamos hartos de escuchar a los populares culpar a la herencia recibida del anterior Gobierno socialista como el único culpable de la situación actual, sin atender a que ya ha pasado casi un año de las elecciones y a que la burbuja inmobiliaria la comenzó Aznar. Pero no voy a hablar de quién tiene la culpa o quien gestionó peor la economía española o mundial, ya que acabaríamos mucho antes hablando de quién hizo algo bueno por ella. La lista se reduciría a cero.

Pero ahora quiero hablar de la herencia social recibida. La que dejaron Zapatero y compañía y que la prima de riesgo no podrá ser utilizada como excusa para recortar más derechos. Es cierto que crearon una ley de Dependencia o una de Memoria Histórica muy bonita sobre el papel, pero que carece de valor real al dejarla vacía de presupuesto en una y de autoridad municipal la otra. Es cierto que remataron la legislatura arremetiendo contra las pensiones y que ellos abrieron la caja de pandora en el que se ha convertido el infierno tildado de reforma laboral. Y otras tantas cosas que me dejo: como no solucionar en su día el tema de la dación en pago, los superpoderes de los bancos o que los ricos sigan estafando a Hacienda.
Pero dejaron algo inmaterial, pero mucho más importante que las cuentas: una ampliación de nuestros derechos sociales. Por un lado, la ley del aborto. Aunque no solucionaron el problema de tener que alegar asuntos absurdos como que nuestra salud mental está en juego para poder decidir sobre nuestro cuerpo, si que facilitaron en la práctica este derecho propio de las mujeres. También está el hecho de haber evitado que miles de adolescentes pasen por el terrible momento de tener que decidir sobre si sigue o no con un embarazo no deseado gracias al hacer facilitado el acceso a la píldora del día después.
El asunto de la paridad en las instituciones y en la sociedad real daría para una seria de post muy densos, pero el gesto también es digno de valorar, más cuando los que te sustituyen en el cargo no hacen más que hablar de que una mujer tiene que ser madre para desarrollarse por completo, que la violencia machista ahora se convierte en ‘domestica’ para volver a las tinieblas de los asuntos privados o cuando la nueva vicepresidenta da ‘ejemplo’ a las demás madres rechazando su baja por maternidad.

Y ahora vamos al asunto más comentado en los últimos tres días, antes y después de que el Tribunal Constitucional se pronunciara. El matrimonio homosexual. Un reclamo -no sólo exigido desde la comunidad LGTB, sino desde el resto del pueblo- escuchado en el poder que hizo estar a España a la vanguardia de las sociedades más igualitarias. Un derecho reforzado ante un recurso inmoral y vergonzoso que nunca debió existir. Que mantuvo a miles de familias con la incertidumbre de si seguirían siendo familia a los ojos de la ley y que ahora revienta en la cara de los más miserables del país. De aquellos que ya se manifestaron contra el divorcio en su día, pero que no han dudado en usarlo años después (y varias veces). Aquellos que no tienen memoria para sus ‘valores’ y que sólo defienden sociedades escalonadas y desiguales.
Por todo ellos, no voy a felicitar a los que han conseguido apuntar un derecho de sentido común, sino que voy a enviar un mensaje a aquellos que se esfuerzan en mantenernos en la Edad Media: Igual deberíais miraroslo, eso con psicoanálisis o medicinas sí que se cura.