Una vida como garantía de coherencia en el poder

Si buscáis Eleonora Menicucci en un buscador de noticias os encontrareis con entradillas que hablan de que la nueva Secretaria de Políticas de la mujer brasileña se siente «orgullosa» de haber abortado dos veces, de «su libertinaje bisexual» e incluso la tachan de divorciada como forma de insulto. En eso se queda para ellos la trayectoria de una mujer ex guerrillera, feminista, encarcelada por ideología durante dos años y que fue torturada durante dos meses y medio ininterrumpidos en los que tuvo que ver cómo los militares de la dictadura maltrataban delante de ella a su hija de un año y ocho meses.

Lo que ha hecho Menicucci al ser nombrada por la que fuera en su momento compañera de celda y ahora presidenta del Goierno, Dilma Rousseff, ha sido mandar un mensaje a todas las mujeres brasileñas. Un mensaje de apoyo, porque pretende mejorar sus condiciones legales y sociales. Un mensaje de comprensión, porque enfrentarse a la interrupción del embarazo es una de las peores experiencias por las que se puede pasar. Y un mensaje de igual a igual, porque va hablar con su experiencia propia de la situación en la que viven millones de mujeres en Brasil. Un país donde es ilegal abortar salvo en el caso de que corra peligro la vida de la mujer o el embarazo sea fruto de una violación. Nada más.

Esto da pie a que un millón de mujeres en el país se sometan a abortos clandestinos, donde 250.000 de ellas acaban necesitando ayuda médica por la intervención y es la cuarta causa de muerte materna en Brasil. Así lo reconoce un informe del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer de la ONU, dónde Menicucci representará a un país anclado en una legislación de los años 40. Por que como bien dice la nueva Secretaria de Políticas de Mujeres la interrupción del embarazo «no es un problema de ideología, sino de salud pública».

Y no solo eso. Si no que Menicucci trata con total normalidad que su hija, lesbiana, le haya hecho abuela gracias a una inseminación artificial. Mucho más que un guiño al colectivo LGTB, donde las mujeres siguen contando menos que los hombres en muchos países.

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